lunes, marzo 21, 2016

¿A qué llamamos sexualidad? [21-3-16]


¿A qué llamamos sexualidad?

En el psicoanálisis, se habla de psicosexualidad para aludir al conjunto de movimientos psíquicos que, impulsados por el deseo, buscan lo que nos produjo placer, que se asienta en diferentes partes del cuerpo. Estas zonas guardan relación con los cuidados que proporcionan las personas que cuidan al niño. Según Freud, la sexualidad se aprende allí donde no se puede ejercer: en la familia.

Se suele negar la sexualidad en la infancia. Esta negación se debe a que los adultos padecemos de lo que se ha dado en llamar amnesia infantil, por la que no recordamos nuestra propia niñez. La boca, la piel, el ano y los genitales son zonas erógenas que aportan placeres ligados a comer, tocarse o ser tocado, expulsar y ser atendido corporalmente por las figuras principales para el niño. La forma en que estos placeres hayan sido satisfechos o frustrados en esta etapa tendrá consecuencias en el desarrollo de las posteriores búsquedas de placer y evitación del mismo.

En la adolescencia, donde se prepara una metamorfosis corporal y mental que conlleva una posición sexual, la chica se pregunta cómo se hace para ser mujer y el chico toma modelos con los que identificarse para ser un hombre, algo que ya comenzaron a hacer en la infancia, entre los tres y los seis años, al atravesar el Edipo e identificarse con sus padres.

La relación sexual lleva implícita un alto grado de intimidad con el otro. Si el encuentro es satisfactorio nos fortalece, pero para ello las mujeres necesitamos un buen clima emocional. ¿Qué diferencias hay entre hombres y mujeres? Ellos creen, a veces, no recibir bastantes muestras de atención sexual e interpretan la negativa de su pareja como un rechazo a su persona. Ellas, por su parte, piensan que los hombres solo buscan satisfacción sexual.

Algunos hombres miden la relación sexual de forma numérica. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas veces? ¿Qué tamaño? Se sienten los únicos responsables de que la relación no funcione y ponen el acento en la cantidad. Sin embargo, no es raro que tras los excesos se oculte una carencia. Cuando la frecuencia de la actividad sexual es exagerada, tanto si la practica un hombre como si se trata de una mujer, quizá se está utilizando el encuentro sexual para la descarga de otro tipo de necesidades, como el intento de subir la autoestima. Una frenética actividad puede estar al servicio de contrarrestar un sentimiento de vacío.


Una relación con lastre


Andrés y Elena solían tener encuentros apasionados y frecuentes. Se casaron enamorados y su intimidad era explosiva. Pero desde hacía unos meses se estaba deteriorando. Su sexualidad iba por caminos diferentes y sus encuentros ya no eran tan satisfactorios. ¿Qué les estaba pasando? Andrés se encontraba al borde de una depresión porque su empresa estaba en quiebra. Al principio, trató de descargar su ansiedad en sus relaciones sexuales. Pero esta solución había fallado.

Tanto Andrés como Elena tapaban antiguas inseguridades con sus encuentros. Él era el pequeño de cuatro hermanas. Tuvo una infancia de niño mimado que le hizo desarrollar el deseo de demostrar a las mujeres su potencia sexual, lo que además era una forma de rechazar sus aspectos femeninos. Elena era la pareja perfecta para respaldar ese deseo. Hija única, tuvo una relación distante con su padre, de quien se avergonzaba por considerarle un cobarde que había perdido todo lo que tenía por no saber defenderse. Para que un hombre la gustase tenía que mostrarse fuerte y disfrutar de una buena posición económica que compensara la imagen que mantenía de su progenitor. Pero ahora que Andrés corría el peligro de quedarse sin trabajo, los dos habían sufrido una inhibición sexual. Él, porque se sentía débil; ella, porque huía de la fragilidad en el hombre.

Ambos sexos tenemos fragilidades. Las razones por las que padecemos conflictos en las relaciones sexuales suelen ser complejas. Quedarse en lo superficial es tan erróneo como confundir sexualidad con genitalidad.

La sexualidad, si no sufre inhibiciones, es creativa. Se alimenta de una interrelación entre lo propio y lo ajeno, y nos lleva a producir placer para que otros disfruten mientras nosotros también nos lo pasamos bien. Para que ello sea posible, tenemos que reconocer nuestros propios deseos y dejarnos llevar por ellos, lo que implica poder aceptar que carecemos de aquello que el otro nos puede dar, así como que el otro también tiene carencias y que por esa razón nos desea.


Las claves

Cada una de las zonas erógenas del cuerpo determina la manera de relacionarse con los demás. Si el desarrollo ha sido saludable, ninguna de las zonas habrá sido tan placentera o desagradable como para que la persona se haya quedado pegada a esa forma de conseguir o evitar placer. La sexualidad puede ser rica y variada o muy restringida y empobrecida, en función de cómo se hayan elaborado las fases de la sexualidad en la infancia.


La palabra: Amnesia infantil

Es el olvido que se produce con relación a los hechos ocurridos durante los primeros años de la infancia. Freud atribuyó esta amnesia a algo más que a la inmadurez del bebé. Según él, se produce como efecto de una represión que afecta a toda la sexualidad infantil. La amnesia se termina alrededor de los cinco o seis años. A partir de esta edad, se interiorizan normas morales y se reprimen deseos prohibidos. El yo está preparado para reconocer al otro como alguien diferente, se acepta la diferencia de sexos y se desvía el deseo sexual fuera de la familia.
 

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